En la vida siempre nos vamos a encontrar con problemas. Muchas veces éstos problemas nos parecen inmensos e imposibles de resolver. Otras veces, los problemas nos causan risa y muchas veces más nos preocuparemos por unos instantes, para luego olvidarnos de los mismos.
Sin embargo, por muy pequeño que sea, lo correcto, es enfrentarlo... nunca jamás, sacarle la vuelta. Te quiero mucho y he aprendido a vivir aceptándote tal cual eres. Lo que todavía no puedo aceptar, es tu cobardía para enfrentar los problemas. Especialmente aquellos que se generaron gracias a tu directa intervención.
Hubiera sido tan fácil levantar el teléfono y enfrentarlo. Hubiera sido tan fácil, mandarle un email. Optaste por darle la vuelta al problema, creyéndote tú mismo tu propia mentira, porque según tu, yo ya había resuelto el problema.
¿Cómo es posible que me hayas fallado tanto? ¡Que me hayas puesto como escudo, para que yo tomara el teléfono y le explicara a mi hermano, lo que estábamos pasando! ¡Que te hayas escudado en mis faldas para que según tu, yo arreglara el asunto, porque al fin se trataba de mi hermano!
Me siento avergonzada por tus acciones. Me siento desprotegida, porque se supone que tu eres quien tiene que dar la cara por mi. Solo cuando te conviene, te sale lo macho. Pero cuando no quieres, entonces si aceptas que sea yo quien resuelva los problemas.
¡Mi decepción es tan grande que sinceramente ya no tengo fuerzas para seguir luchando! No se que va a pasar mañana.. lo que si se, es que cada día se abre un abismo más grande y más profundo entre los dos.
!Cómo me hubiera gustado que hubieras tenido el valor de enfrentar los problemas!
Lo siento mucho por ti, porque delante de mis ojos, has perdido el poco respeto que te tenía. Ahora tengo que recomenzar a encontrarme a mi misma y tomar las riendas de mi destino.