¡Como ha pasado el tiempo! Apenas ayer, te llevaba al prescholar vestido con tus pantalos de mezclilla, camisa azul claro y tus tirantes rojos. ¡Tus ojitos con tristeza me despedían siempre con lágrimas en los ojos! ¡Siempre rompías mi corazón! Y tenía que salir corriendo de alli para no romper en llanto frente a ti. Tu maestra Roberta me despedía con cariño y comprensión; asegurándome que en cuanto ya no me vieras, parararías de llorar.
Fueron muy difíciles para mi, esos primeros años de tu educación. Cuantas veces tuve que volverme a retocar el maquillaje en mi carro, porque simplemente no podía evitar las lágrimas....Era como si cada mañana me arrancaran un pedazo del alma. Como si dejandote en el colegio, dejara parte de mi contigo.
El día de tu graduación, estabas sentado merito enfrente de todos. Y yo orgullosa tomaba fotos desde la última fila del salón. ¡Esa fue la primera de tantas y tantas satisfacciones que me diste!
Después se llego el tiempo para entrar al kínder.. y como odiabas a tu maestra. Mrs. Munemo.. No se si le tenías miedo porque a falta de poder caminar (debido a su excesiva gordura), tenía que imponerse a gritos. No lo hacía con mala intención, pero en tu mente infantil, estoy segura que la viste como un verdadero ogro. A fin de cuentas, Mrs. Munemo, logró que le abrieras el corazón fuiste uno de sus alumnos consentidos.
Hijo mío, ¡el más querido de mis hijos! ya estas hecho un hombre... Faltan tan solo unos cuantos meses para que te gradues de la preparatoria y ya he comenzado a derramar lágrimas por ti nuevamente. Me siento muy orgullosa que te hayas convertido en un joven de bien. Un muchacho excelente que se esta preparando para emprender el vuelo y volar... ¡volar muy lejos!
Se que tendrás éxito en todo lo que te pronpongas porque tienes madera. Te viene de herencia alcanzar el éxito... y además, te encuentras cerca de Dios. Estas a punto de volar por las nubes de encajes.
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